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En la marca de la Sociedad de San Pablo, se entrelazan las dos dimensiones de su misión: servir a la palabra de Dios entre los hombres y hacer que los hombres aprendan a redescubrir, oculta en el corazón de los acontecimientos, la Verdad.

En las dos líneas, descendente y ascendente se puede percibir el movimiento salvífico de la palabra que, dice Dios según el profeta: “sale de mi boca, y no vuelve a mí sin producir efecto, sin realizar lo que deseo y sin alcanzar el objetivo para el que la he mandado” (Is 55,11). O sea, el dinamismo es ir y venir de la humanidad a lo largo de la espina dorsal de la Palabra que se convierte en Camino y que se identifica con Cristo, la
Verdad, el Camino y la Vida (Jn 14,6).

Tampoco se ha de olvidar la alusión sumamente utilizada a la espada de Pablo, que expresa la potencia penetrante de la Palabra, capaz de discernir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, el bien del mal y lo bello de lo feo.

Pero en la marca, la alegoría de la Palabra trascendente de Dios se integra horizontalmente con la espiral, que al ojo atento puede hacer vislumbrar una “P”, la inicial
de Pablo, palabra clave de nuestra identidad institucional y apostólica. La espiral expresa también, en su forma rotativa envolvente, la característica fundamental de nuestra misión: el universalismo paulino y alberoniano, que caracteriza de forma inconfundible la vocación cósmica de nuestro apostolado y es el criterio evangélico esencial, a la hora de elegir tanto nuestros destinatarios “todos los hombres, más aún, todo el universo” como
nuestros contenidos apostólicos.


Estas dimensiones se integran en un proyecto orgánico de salvación. Insertado en el espacio y en el tiempo de todas las generaciones.
Esta es la teología de un organismo eclesial que se propone promover la evangelización “mediante el apostolado con los medios de la comunicación”.
Es el carisma paulino, cuya fuente está en pertenecer a una comunidad que vive fraternalmente la caridad, sirviendo a la Palabra y ayudando a los hombres a descubrir a Dios en los signos de los tiempos y en los acontecimientos cotidianos.

Pues no se ha de olvidar que la misión paulina, el carisma de la comunicación, será más fuerte y visible cuanto más sólida sea la comunicación de caridad dentro de la congregación y de la familia.

Por lo tanto, el Espíritu saca fuerzas, origen y razón la comunidad de vida en la Sociedad San Pablo y en el ámbito más articulado de la Familia Paulina, comunidad de vida que no constituye simplemente un instrumento para alcanzar los fines de nuestro apostolado, sino que ella misma es el signo y testimonio de servicio a la Palabra.

Indudablemente en el carisma específico de la Sociedad San Pablo se dedica una atención especial a las novedades, incluso tecnológicas, pero siempre en la fidelidad a los principios que inspiran un servicio al hombre, en el surco del magisterio de la Iglesia. Aquí radica la originaria razón de ser de la institución alberoniana en su conjunto y de la presencia organizativa y operativa deseada por el Fundador, instrumento, él mismo, del Espíritu y profeta de la Palabra. Parece cada vez más actual, pues, en este nuevo contexto social y en los nuevos horizontes de un orden mundial aún incierto, el papel del Paulino como “experto de la Palabra de Dios” y “mediador activo” de esta misma Palabra , que se multiplica para llegar al corazón de todos los hombres.

A este respecto, la marca no es un pretencioso maquillaje exterior, casi la renovación de una sigla ya vieja y formalmente inadecuada, sino la reiteración de la perenne actualidad y juventud de una misión, que tiene los mismos confines del mundo y la misma profundidad del amor de Dios a los hombres.

 

+ P Renato Perino
Superior General de la Sociedad de San Pablo
Roma, 25 de diciembre de 1991.